domingo, 15 de mayo de 2011

LA BATALLA DE LA MESA NUBE ROJA (1ª PARTE)

Fue a pleno día. Sin ninguna precaución, azotados como por un látigo invisible los jabaspines surgieron desde sus cubiles como una marabunta. Inmediatamente los bravos que estaban de patrulla dieron la voz de alarma con sus cuernos y todos se aprestaron a la lucha, jóvenes, ancianos, guerreros... todos. La abuela del jefe Hawkwind fue la primera en caer, ya era muy anciana y el ataque la sorprendió recogiendo agua en el pozo, alejada de toda posibilidad de escapatoria.

Es imposible determinar cuantos jabaspines atacaron, hubiera sido más sencillo contar las briznas de la tierra. Kaba ni tan siquiera recuerda a cuantos mató. Probablemente a más de 10. Pese a que son una raza de pequeño tamaño comparada con la de los tauren 5 de esas bestias podrían abatir fácilmente a uno de estos poderosos gigantes de la pradera. La lucha fue salvaje, y algunos de los tauren fueron capturados si es que los jabaspines los encontraban aislados. Al cabo de dos horas Grull Hawkwind con un grupo decidido de veteranos consiguió reestablecer la situación y poner al Campamento a salvo de la destrucción. Recuperaron terreno, pero los jabaspines habían cercado Narache, lo habían sitiado, y esta situación amenazaba con estancarse. Un mensajero fue enviado de inmediato al Campamento Pezuña de Sangre para pedir ayuda.


Dos jóvenes tauren trajeron a la abuela Hawkwind. El cuerpo a pesar de las heridas y de estar sin vida conservaba una majestuosidad casi mística. El jefe Hawkwind se quedó en silencio un instante que se hizo casi eterno, y sin derramar una lágrima ordenó que prepararan el cuerpo para el ritual. Los tauren más ancianos se encargarían de preparar el cuerpo de la abuela para volver a fundirse con la Madre Tierra y ser recibida por los ancestros. Una vez preparado y con los ruidos de la batalla de fondo, al caer la tarde la abuela estaba ya en su pedestal, y era velada por todos los tauren ancianos y maestros de los jóvenes.


El jefe Hawkwind se dirigió a Kaba.
- Joven, lo que ves aquí es el resultado del trabajo de los jabaespines- susurró- Año tras año han usurpado nuestro poblado. El gran cataclismo ha acabado por alejarlos de sus cubiles y se han reproducido como langostas por todo el territorio, y ahora ves el resultado. Mi propia madre murió a causa de su salvajismo.
Su voz era serena y cargada de pena, pero no mostraba ira, y si la tenía era muy contenida. Dirigió su mirada a los ojos de Kaba.
-A día de hoy tú has madurado. Hoy vas a coger tu arma y vas a luchar por la tribu y a vengar a la abuela. Sigue el camino hacia el este y encuentra a mi hijo Grull. Él te guiará en nuestro ataque contra los jabaespines.


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Kaba no perdió el tiempo. Salió corriendo hacia el este Era cierto, tan sólo dominaba dada su juventud un hechizo de cólera, pero haría todo lo que estuviese en su mano por acabar con los invasores. En el primer ataque se había defendido de manera eficaz y había acabado con muchos de ellos. Toda la rabia que no parecía mostrar el jefe Hawkwind parecía haberse transmitido a su corazón. Miró a su abuelo, Gart, y éste asintiendo con su enorme cabeza dio a entender a Kaba que confiaba en su fuerza. En una carrera de 15 minutos llegó al frente. Allí estaba Grull, dirigiendo el combate. Los jabaspines estaban contenidos, pero parecía que eran inagotables... por lo menos en número. Al verle llegar Grull sonrió con cansancio. Rápidamente le mostró la situación:

- Observa, Kaba. La sola presencia de los Erizapúas es una plaga. No queda nada a su paso, excepto cadáveres y terreno arrasado. El Campamento Narache podría acabar igual en pocos días a no ser que resistamos y luchemos. Este será tu Rito de la Fuerza: la primera ceremonia de un valiente tauren. Adéntrate en el corazón de El Gruñospina y mata jabaespines Erizapúas. Después, vuelve conmigo.


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La orden era sencilla: Matar. La tarde estaba en plenitud, y aún quedaban 4 horas por lo menos para que anocheciese y amainase la lluvia de enemigos. Kaba se empleó a fondo. Empezó contando los enemigos que mataba, cuando había sobrepasado la docena perdió la cuenta y se dedicó tan sólo a una cosa, a matar. Los cadáveres de jabaspines los más y los de algunos tauren cubrían la otrora tierra fértil de la Mesa Nube Roja. Cayó la noche, y como esperaban el torrente de jabaspines cesó. Los tauren comieron refugiados en sus parapetos cecina dura y alguna fruta que llevaban en sus alforjas.

Grull llamó a Kaba y a otros 5 compañeros y al Bravo Greathoof. Les susurró:
- A pesar de su tamaño, los Erizapúas nos superan en número con creces. Un ataque de una sola manada podría derrotar fácilmente incluso al mayor tauren de todos.
Mañana esperamos haber recibido refuerzos desde el Poblado Pezuña de Sangre. Muchos nuevos iniciados han tomado las armas para defender nuestro hogar. Algunos han dado sus vidas, pero a otros los han capturado vivos. Concretamente han atrapado a 4 de los nuestros, y rescatarlos es una prioridad pues no sabemos ni en qué condiciones les tienen ni qué quieren hacer con ellos.


Os arrastraréis entre sus líneas y los liberaréis. El fracaso no es una opción. A por ellos.
Los tauren no dijeron ni una sola palabra se limitaron a obedecer. Obviamente su enorme tamaño no pasaría desapercibido, por lo que tuvieron que ir arrastrándose todo el camino. Afortunadamente el humo de la batalla y la Madre Tierra les ayudaron, esta segunda cerrando su ojo izquierdo, Mu'Sha, la luna. Cuando llegaron al lugar donde estaban los tauren prisioneros pudieron observar como de manera absurda estaban sin ninguna vigilancia, aunque los tenían dentro de fuertes jaulas y completamente drogados.


 



-Probablemente los estaban preparando para un ritual de sacrificio- apuntó el Bravo Greathoof. Rompieron con su enorme fuerza y con palancas las jaulas y se llevaron a los prisioneros. La huida fue menos cauta que la aproximación, y de manera un tanto extraña no encontraron resistencia.

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Esa noche Kaba no tuvo que hacer guardia... pero se pasó prácticamente toda la noche despierto.

(Continuará)

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